Hola… Hacía muchas semanas e incluso varios meses que no me encontraba con nuestro común amigo “El Filósofo de la Encalada”.

Se acercó a la Iglesia y me comentó que había escuchado muy lindos comentarios sobre la labor que los artesanos de la Encañada realizaron dentro del templo. Le dije que eran ciertas las apreciaciones de quienes visitaron el templo por dentro, ya que la parte de afuera aún falta por concluir.

Entramos al templo, él se quedó en silencio un buen rato camino al Presbiterio, giró 180° sobre sí mismo y siguió en silencio. Luego me dijo: Amigo mío, esto es una auténtica obra de arte, esto es único en el Perú. Tomándome del brazo y mirándome a los ojos me dijo: DIOS ESTÁ CONTENTO.

Continuamos conversando y apreciando más de cerca los mosaicos que representan nuestra historia de Salvación, me dijo: “Había una vez un sabio a quien acudía la gente del lugar para contarle sus penas y él con su sabiduría siempre les daba respuestas acertadas. Mucha gente apesadumbrada por sus problemas le repetía una y cien veces que aquello que había vivido de manera negativa, les atormentaba. El sabio les contó un chiste muy gracioso y todos se rieron. Al poco rato, les volvió a contar el mismo chiste y no todos, pero sí la mayoría sonrieron. Así continuó contando el mismo chiste varias veces y cada vez eran menos las personas que se reían, hasta que llegó un momento en el que nadie se rio. 

El sabio les dijo: no se puede reír uno siempre con el mismo chiste. Entonces por qué siempre lloras con el mismo problema?

“El Filósofo de la Encalada” concluyó diciéndome: Cada cosa tiene su valor y restarle valor o darle más del que realmente tiene, nos hace daño.

Al escucharle decir estas palabras, recordé el texto del Antiguo Testamento que nos dice que todo tiene su tiempo, un tiempo para llorar y un tiempo para reír…

pablo@nsconsuelo.edu.pe.
“Cuando sientas que todo termino. Que todo frente a ti esta oscuro. Que la gente alrededor se aleja de ti… Sal del cine que se acabó la película".

Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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