Hola… Una de las tareas más difíciles que se nos ha encomendado a los seres humanos, es aquella referida a poder valorar las cosas que nos rodean. Y si en algún momento tuviésemos que desprendernos de ellas, a pesar de ser valiosísimas, hacerlo con la mayor tranquilidad posible.

Había una vez un monje que solía caminar por los campos que rodeaban el monasterio. En uno de los paseos se encontró una piedra preciosa; estaba ahí sin que nadie supiera quién la había puesto, nadie sabía si se le había perdido a alguien. El monje la recogió, así como acostumbraba a recoger productos del campo, frutas u otros y la guardó.

Siguió caminando, saludando a las personas con las que se encontraba como solía hacer. Se cruzó con un joven y entablaron una conversación. ¿Quieres fruta? -le preguntó el monje al joven. ¡Gracias! -le respondió el joven. Toma la fruta que deseas –le inquirió el monje. El joven tomó una manzana y vio a su lado la piedra preciosa. Oiga, ¿qué es esto? -le preguntó al monje. Es una piedra preciosa –le respondió. ¿Y es de usted? -Sí, claro. ¿La deseas? –Bueno, si me la da. –Tómala, es tuya. Y se la dio.

El joven atónito, solo atinó a correr a un tasador para constatar que fuera auténtica. El tasador le sugirió venderla, ya que con la riqueza que obtendría no necesitaría volver a trabajar en su vida. El joven regresó hacia su casa, pero antes de llegar corrió a donde estaba el monje y le dijo: No quiero su piedra preciosa. Quiero algo más de usted, por favor enséñeme a ser desprendido de los bienes materiales.

Sin lugar a dudas, no me sorprende la actitud del joven en esta historia ya que cuando uno es auténtico y busca lo genuino como ser humano, aflora el maravilloso don del DESPRENDIMIENTO.

En el mundo moderno no es fácil dejar fluir este valor esencial del ser humano. Para mí, quien nos lo haga descubrir ha de ser un GRAN MAESTRO.

pablo@nsconsuelo.edu.pe.

“Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene”
Gracias por llegar hasta aquí.  Hasta la próxima semana. ¡Que Dios nos bendiga!

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